La disociación es un mecanismo psíquico de defensa que se pone en marcha cuando algo es muy impactante emocionalmente. Se trata de una amplia variedad de experiencias que pueden ir desde un leve distanciamiento con la realidad hasta graves desconexiones con lo que uno siente. Los síntomas disociativos son relativamente frecuentes, sobre todo en sus formas más leves y adaptativas.
Podemos pensar en un continuo en el que en el extremo no patológico encontraríamos hechos comunes (como soñar despierto o algunos olvidos); en casos leves, la disociación sería un mecanismo de adaptación mediante el que se intenta dominar, minimizar o tolerar el estrés (también el aburrimiento o el conflicto). La disociación más patológica correspondería a los propios trastornos disociativos.
Cuando la disociación se convierte en el tipo de afrontamiento predominante, acaban por activarse mecanismos disociativos incluso en ausencia de estresor (tal y como ocurre con los trastornos de ansiedad, por ejemplo). Por esto es importante una temprana intervención psicoterapéutica.
A continuación, una lista con distintos síntomas disociativos clasificados en 5 grandes grupos.
CAMBIOS DE CONCIENCIA DESCONCERTANTES
EXPERIENCIAS ALUCINATORIAS MUY REALES
CAMBIOS NOTORIOS EN ESTADO DE ÁNIMO, CONDUCTA Y DE RELACIÓN
LAPSUS DE MEMORIA
EXPERIENCIAS SOMÁTICAS ANORMALES
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