Estilos de diálogo interno negativo y cómo reformularlo

El diálogo interno es la conversación interior que tenemos con nosotras/as mismos. A partir de él, evaluamos, interpretamos y enjuiciamos lo que nos rodea, lo que nos sucede, a otras personas y sobre todo a nosotros/as mismos. Inevitablemente, todo ello condiciona de forma significativa nuestro bienestar, nuestras relaciones y la capacidad de sentir una vida satisfactoria.

Si prestamos atención a lo que nos decimos, nos daremos cuenta de que en ocasiones repetimos lo que hemos escuchado de otras personas sobre nosotras/os y la realidad. Pero aunque el estilo de diálogo interno se desarrolla a partir de cómo hemos sido mirados/as y hablados/as de niños, ya de mayores podemos hacer cambios sustanciales sobre él, no sin gran esfuerzo.

Podríamos hablar de 4 estilos de diálogo interno negativo que actúan como detonantes de malestar. Son: el catastrófico, el autocrítico, el victimista y el autoexigente.

El catastrófico
El diálogo interno consiste en proyectar el escenario más catastrófico posible. Un ejemplo de pensamiento sería "algo va mal e irá a peor cuando menos lo espere".

El autocrítico
Existe una constante crítica y autovaloración negativa, poniendo el foco sobre las limitaciones (generalmente sobredimensionadas). "Soy incapaz, nunca seré suficientemente bueno".

El victimista
En el diálogo interno resalta la desesperanza y sensación de desamparo y desprotección. Esto lleva a una posición de lamento sin intentos de solución. En el diálogo interno victimista aparecen afirmaciones como: "nadie me entiende, nadie me valora, sufro y no les importa".

El autoexigente
En este caso, el diálogo interno conduce a un agotamiento y estrés crónico a expensas de la necesidad de perfección. En ocasiones, cuando los errores percibidos son intolerables, se puede tender a convencerse de que se trata de fallas externas. El autoexigente tiene un diálogo interno como: “no es suficiente”, “no está perfecto”.

Para reformular nuestro diálogo interno lo primero que hay que lograr es identificar estos pensamientos sesgados. Así, podremos cuestionarlos y reemplazarlos por afirmaciones más respetuosas con uno/a mismo/a y más realistas.

Por ejemplo, en menores y adolescentes es muy frecuente la secuencia: 
"O lo hago bien, o no lo hago. Si lo hago mal, quedaré fatal, como un/una inútil. Está claro que no lo voy a conseguir. Mejor ni lo intento, es preferible a fallar y que todos/as lo vean”. Imaginad este escenario aplicado, por ejemplo, a algún examen o asignatura. 

Si detectamos esto, una forma de ayudar sería ofreciendo un diálogo alternativo en base a preguntas como: ¿quieres hacerlo? ¿qué significa hacerlo bien? ¿qué es lo que quieres conseguir? ¿qué has aprendido en otras ocasiones en las que intentaste hacer algo? ¿cómo podrías aplicarlo a esta situación? ¿qué sentiste al intentarlo?

Así, el diálogo inicial se podría reemplazar por:
"No querría fracasar y sentirme mal y que todo el mundo lo viera. Pero en otras ocasiones he conseguido éxito cuando me he esforzado. Me siento bien cuando afronto retos, aunque esto implique la posibilidad de no tener siempre éxito". 

Algunas ideas para ir pudiendo cuidar de forma más consciente nuestro diálogo interno

- Revisar cada día aspectos relevantes de nuestra conversación interior y mantener así un hábito de autoexploración. Esto va a requerir honestidad y compromiso.
- Reflexionar sobre cómo este tipo de pensamientos afectan nuestro bienestar y nuestro día a día. 
- Tratar de reformular el diálogo de tinte negativo como hemos visto en el ejemplo previo. 
- Esforzarse en tener un pensamiento crítico y objetivo, independientemente de cómo creemos que las cosas son o cómo nos dicen que son.

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