El modelo de funcionamiento interno lo construye el/la menor a través de la mirada de sus figuras principales de apego y en su interacción con ellos/ellas y el entorno próximo. Este modelo constituye y define la forma en que el/la menor va a ir percibiéndose tanto a sí mismo como a los demás durante su desarrollo y condicionará su particular modo de vincularse. Así, se irá estableciendo la diferencia necesaria entre experiencia interna y externa para aprender a distinguirlas con claridad, poder reflexionar sobre ellas y así poder elegir la forma más oportuna de respuesta en cada situación.
Citando a Erickson, 1950, “un buen parentaje provee al niño de la confianza básica interna para establecer relaciones y manejar situaciones difíciles en la vida”.
Todo lo anterior se traduce en lograr una adecuada integración de sí mismo y el exterior. Al final, se resume en que exista un modelo por el que el menor se entienda como un individuo capaz de buscar ayuda y conseguirla cuando lo precisa y, además, modelo por el que entienda al adulto como alguien en quien efectivamente se puede confiar.
Según el modelo aplicado en el libro “Psicoterapia breve con niños y adolescentes”, para obtener un modelo de uno mismo integrado, capaz de discernir cuándo necesita ayuda y capaz de conseguirla, debe lograr:
Todo esto tiene el objetivo final de transformar la experiencia en aprendizaje y tratar de que mi conducta sea, así, lo más adaptativa y RESILIENTE (doblarme, adaptarme, sin romperme, ante la adversidad más displacentera) posible.
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