Al tratar con adolescentes, una de las cuestiones más importantes y costosas es establecer buen vínculo.
En la mayor parte de ocasiones, cuando un/a adolescente acude a consulta, lo hará forzado o, al menos, con pocas ganas (exceptuando casos de elevado sufrimiento). A continuación planteo algunas formas estratégicas de aproximarse a los y las adolescentes.
En primer lugar, tras presentarse, tiene un impacto positivo interesarse por la existencia de una motivación real de acudir o si han sido obligados; en este último caso, es muy útil preguntar cómo se sienten, validar si están enfadados, comprender que se puedan encontrar "en una encerrona" y afirmar que es fácil sentirse así en su situación. Este gesto que a priori no parece muy relevante produce muchas veces que la atención del adolescente se diriga al terapeuta y comience la creación del vínculo. Se le ha tenido en cuenta y eso es muy valioso.
En segundo lugar, es muy importante conocer sus gustos, qué cosas disfruta, cuáles son sus rutinas y aficiones. Solo así se podrá valorar realmente la interferencia del síntoma en una vida satisfactoria. Y solo así se podrá, entonces, ayudar adecuadamente al adolescente.
Muchas veces se sienten avergonzados por sus síntomas. O juzgados. O ambas. Es muy valioso explicarles que lo que les pasa tiene un sentido y valor adaptativo ante las circunstancias de la vida. Los síntomas que presentan se han desarrollado en cierto modo por necesidad. Tras esto, es muy útil contarles (de una forma adaptada a la edad cronológica) que todas y todos las y los menores tienen la capacidad de cambiar sus conductas y de desarrollar nuevas estrategias de afrontamiento, que además de permitirles lidiar mejor con las emociones fuertes, les facilitará lograr sus objetivos deseados dentro de esa vida satisfactoria individual.
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