Miedo a ir a la escuela

Los cambios y miedos que la sociedad viene afrontando a lo largo de los últimos meses no son ajenos a la población infantil y juvenil. En las consultas, esto se traduce en un incremento en los cuadros de ansiedad y temores fóbicos. Son muchas y muchos las y los menores que están sufriendo miedos, tanto inespecíficos (en forma de una sensación de inseguridad constante) como específicos: concretamente, miedo a ir a la escuela.

La posibilidad de ir a la escuela les produciría angustia anticipatoria, bien justo antes de ir o bien la tarde antes con aumento de los síntomas al anochecer. Los síntomas de angustia pueden acompañarse de un cuadro neurovegetativo (náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal, cefaleas). En ocasiones, el o la menor puede especificar un motivo de los síntomas de ansiedad (como miedo a un profesor o a una asignatura) pero en muchas ocasiones no es capaz de concretar el motivo del temor. 

Existe una entidad diagnóstica llamada fobia escolar que se emplea para referirse a la incapacidad total o parcial del menor de acudir al colegio como consecuencia de un miedo irracional a algún aspecto de la situación escolar. Se da más frecuentemente en la adolescencia temprana aunque puede ocurrir en cualquier momento del periodo en el que los niños están escolarizados.

Los criterios diagnósticos consistirían en: 

  • Dificultad grave para asistir a la escuela que en ocasiones produce periodos prolongados de absentismo. Los padres son conocedores del absentismo, se muestran preocupados por asegurar la asistencia y se descarta negligencia en este sentido. Además, esto ayuda a diferenciarlo de conductas de “hacer novillos”, en las que los padres no son conocedores de la situación (por otro lado, no existen características disociales como robos, mentiras o tendencia a la destructividad). 
  • Existe un importante trastorno emocional que incluye excesivo temor, explosiones de mal humor o quejas de estar enfermo en relación con la perspectiva de acudir al colegio.

El comienzo puede ser gradual (iniciando con protestas poco intensas sobre la asistencia al colegio o con alguna falta esporádica); esto es más frecuente en adolescentes, donde en ocasiones se da un cambio lento de conducta con dificultades de relación, tendencia al aislamiento y en ocasiones incluso síntomas depresivos. También puede ser brusco, siendo esto más frecuente en las y los más peques. A veces, la aparición del cuadro viene precedida por ausencia de la escuela por una enfermedad, por vacaciones o por un cambio de colegio u otros acontecimientos vitales estresantes.

Para abordar este problema, el objetivo fundamental debe ser lograr el retorno a la escuela lo antes posible, de forma gradual y adaptada a las necesidades y ritmo del menor. Es importante incidir en que lo más frecuente es que desaparezcan la mayor parte de los síntomas de ansiedad una vez se logra una asistencia regular. Retrasar la reincorporación suele conllevar una complicación en la evolución. 
Es esencial trabajar en equipo con los progenitores y profesionales de la escuela para establecer un plan de exposición progresiva. Es aconsejable acompañar la intervención con entrenamiento en relajación; abordaje cognitivo de pensamientos irracionales, interpretaciones y expectativas erróneas; y entrenamiento en técnicas de resolución de problemas y autoinstrucciones. 

A nivel farmacológico, a veces puede ser útil emplear un ansiolítico en las primeras fases de retorno a la escuela. Estaría indicado cuando no han sido útiles las técnicas anteriores. Si se utiliza, debe ser durante el menor tiempo posible. Los antidepresivos no han demostrado eficacia en la fobia escolar, no obstante sí estarían indicados si existe sintomatología depresiva asociada.

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